El 30 de enero fue el día de la paz. No sé por qué motivo me hizo recordar, que cuando era pequeña e iba a misa, había una parte de la liturgia en la que nos deseábamos la paz. No me gustaba.

Después de un buen rato escuchando al cura, tenías que darle la mano ,o peor, dos besos a gente que no conocías y decirle eso de “la paz sea contigo” ¡Vaya rollazo! Menos mal que eso implicaba que pronto acabaría todo y nos iríamos al parque a jugar. No tenía conciencia de lo que hacía.

No hace tanto, por esas circunstancias que trae la vida o la muerte, acudí a una misa, hacía tantísimos años que no lo hacía que ni me acordaba del ritual. Llegó el momento de desearse la paz.

Sinceramente, me pareció un momento precioso. Me encantó desear a los demás que estuvieran en paz. Qué mejor deseo para tu Ser que el que estés en paz. Una vez acabada la liturgia, me preguntaba si la gente sería consciente de ello.

Hoy en día, me siento más en paz que nunca. De hecho, por eso me formé como terapeuta, para poder acompañar a otros a sentir esa Paz que yo sentía y que tanto agradecía.

Ahora en mis recuerdos, vuelvo a ver a esa niña, creyente en un algo superior, a la que aquel ritual le fastidiaba tanto, qué contradictorio ¿no? Recuerdo y una sonrisa me invade, en la cara y en el corazón, abrazo a mi niña pequeña y comprendo. Observo, integro y amo.

Hoy, más que nunca, deseo que la paz sea contigo. Que reine la paz en tu espíritu. Que tu vida sea serena. Que el amor te inunde y tu comprensión sea plena. Que la belleza y la abundancia te colmen.

Que vivas en paz.

Que todas y todos vivamos en paz.

Eugenia Thomsen